sábado, 10 de marzo de 2007

Edgar Allan Poe




Biografía:
Nacido el 19 de enero de 1809, en Boston, hijo de Elizabeth y David Poe, actores de teatro, fue forjando su carácter a través de varios factores importantes que influyeron en su desarrollo intelectual: la herencia de sus padres tuberculosos significó, tal vez, la salud debilitada y la poca resistencia al alcohol que padeció durante su vida, la época que los Estados Unidos atravezaba y los cambios sociales que le tocaron vivir, la guerra entre el Sur y el Norte, la esclavitud, las leyendas de horror y misterio que los negros contaban, el hecho de que desde muy pequeño se quedara huérfano y el saber que vivía de la caridad, los problemas que siempre tuvo con su protector (John Allan), su desarrollo como ciudadano sureño (estado de Virginia), su estancia en Escocia y Londres. Todos ellos fueron cuestiones fundamentales que establecieron los cimientos de lo que sería el trabajo de Poe.
Durante su adolescencia ya empezaba a escribir poemas con los que enamoró a una larga lista de jovencitas, su mayor influencia fue Byron aunque leía todo lo que estaba a su alcance. Su vida universitaria fue rebelde y libertina, a pesar de que siempre estuvo en jaque por el poco apoyo económico que recibía por parte de su protector, también en esta época es cuando el poeta empieza a beber. Lo curioso es que unas cuantas copas bastaban para desquiciarlo; no tenía gran resistencia. Después de su paso por la universidad, Poe rompe relaciones con su protector y sale de su hogar hacia Boston; la miseria y el hambre lo acompañaron y no tuvo más remedio que enrolarse en el ejercito, situación que duró dos años, por lo que tuvo que volver a recurrir a John Allan en busca de ayuda, la cual le fue concedida a cambio de que aceptara un cargo en una Academia Militar, pero a los pocos meses fue despedido por negligencia en el deber, hecho que marcó el rompimiento definitivo del poeta con su protector (por esos entonces, recientemente viudo).
Con la posterior muerte de John Allan, el poeta pierde toda esperanza de que su trabajo literario se realizara en condiciones económicas favorables.
En 1832 se va a vivir con una tía y una prima a Baltimore, en donde estableció sus primeros contactos para publicar su trabajo. Luego se casó con su prima, Virginia Clemm -doce años menor que él-, con la cual vivió gran parte de su vida e influyó notoriamente en varios de los escritos del poeta.
Poe radicó en varias ciudades, Nueva York , Filadelfia, Baltimore, en donde trabajó en revistas como crítico, labor que le costó muchas enemistades por la clase de crítica que realizaba; destrozaba a sus contemporáneos. La característica principal de todos estos empleos radicaba en que recibía un sueldo mísero, pero a cambio le daban la oportunidad de publicar sus relatos y alcanzar la fama. Tristemente, sólo la fama, porque la mayor parte del tiempo vivió en la más absoluta miseria, con algunos lapsos de relativa calma.
Edgar Allan Poe escribió alrededor de sesenta cuentos, además de una serie de poemas, aunque a este género no le dedicó el tiempo que él hubiera deseado debido a su precaria situación económica. Algunos de sus relatos más conocidos son: El Escarabajo de Oro, Los Crímenes de la Calle Morgue, El Corazón Delator, El Barril de Amontillado, El Gato Negro, Eureka, La Caída de la Casa Usher, El Retrato Oval, La Máscara de la Muerte Roja. En los que podemos apreciar el genio de Poe, algunos, escritos en momentos de lucidez y otros producto de las crudas crisis que tenía por su afición al alcohol -y a las drogas, según afirman sus contemporáneos-. Es así como hoy han llegado hasta nuestros días todas estas joyas de la literatura, producto del genio intelectual que sólo alguien como Edgar Allan nos pudo regalar.
Al final de su difícil vida, Poe estaba hundido absolutamente en la desgracia; con la muerte de Virginia (1947), su vida se vino abajo, mantuvo relaciones con Sarah Helen Whitman y con Elmira, su novia de juventud, pero ya todo estaba resuelto, nunca se volvería a levantar.
Edgar Allan Poe murió el 7 de octubre de 1849, después de un fatigoso viaje a Richmond . Acabado, en un hospital de Baltimore, sus últimas palabras fueron: "Que Dios ayude a mi pobre alma".
El Cuervo
Cierta noche aciaga, cuando, con la mente cansada,meditaba sobre varios libracos de sabiduría ancestraly asentía, adormecido, de pronto se oyó un rasguido,como si alguien muy suavemente llamara a mi portal.
"Es un visitante -me dije-, que está llamando al portal;sólo eso y nada más."
¡Ah, recuerdo tan claramente aquel desolado diciembre!Cada chispa resplandeciente dejaba un rastro espectral.
Yo esperaba ansioso el alba, pues no había hallado calma en mis libros, ni consuelo a la perdida abismalde aquella a quien los ángeles Leonor podrán llamary aquí nadie nombrará.
Cada crujido de las cortinas purpúreas y cetrinasme embargaba de dañinas dudas y mi sobresalto era talque, para calmar mi angustia repetí con voz mustia:"No es sino un visitante que ha llegado a mi portal;un tardío visitante esperando en mi portal.Sólo eso y nada más".
Mas de pronto me animé y sin vacilación hablé:"Caballero -dije-, o señora, me tendréis que disculparpues estaba adormecido cuando oí vuestro rasguidoy tan suave había sido vuestro golpe en mi portalque dudé de haberlo oído...", y abrí de golpe el portal:sólo sombras, nada más.
La noche miré de lleno, de temor y dudas pleno,y soñé sueños que nadie osó soñar jamás;pero en este silencio atroz, superior a toda voz,sólo se oyó la palabra "Leonor", que yo me atreví a susurrar...sí, susurré la palabra "Leonor" y un eco volvióla a nombrar.Sólo eso y nada más.
Aunque mi alma ardía por dentro regresé a mis aposentospero pronto aquel rasguido se escuchó más pertinaz."Esta vez quien sea que llama ha llamado a mi ventana;veré pues de qué se trata, que misterio habrá detrás.Si mi corazón se aplaca lo podré desentrañar.¡Es el viento y nada más!".
Mas cuando abrí la persiana se coló por la ventana,agitando el plumaje, un cuervo muy solemne y ancestral.Sin cumplido o miramiento, sin detenerse un momento,con aire envarado y grave fue a posarse en mi portal,en un pálido busto de Palas que hay encima del umbral;fue, posóse y nada más.
Esta negra y torva ave tocó, con su aire grave,en sonriente extrañeza mi gris solemnidad."Ese penacho rapado -le dije-, no te impide serosado, viejo cuervo desterrado de la negrura abisal;¿cuál es tu tétrico nombre en el abismo infernal?"Dijo el cuervo: "Nunca más".
Que una ave zarrapastrosa tuviera esa voz virtuosasorprendióme aunque el sentido fuera tan poco cabal,pues acordaréis conmigo que pocos habrán tenidoocasión de ver posado tal pájaro en su portal.Ni ave ni bestia alguna en la estatua del portalque se llamara "Nunca más".
Mas el cuervo, altivo, adusto, no pronunció desde el busto,como si en ello le fuera el alma, ni una sílaba más.No movió una sola pluma ni dijo palabra algunahasta que al fin musité: "Vi a otros amigos volar;por la mañana él también, cual mis anhelos, volará".Dijo entonces :"Nunca más".
Esta certera respuesta dejó mi alma traspuesta;"Sin duda - dije-, repite lo que ha podido acopiardel repertorio olvidado de algún amo desgraciadoque en su caída redujo sus canciones a un refrán:"Nunca, nunca más".
Como el cuervo aún convertía en sonrisa mi porfíaplanté una silla mullida frente al ave y el portal;y hundido en el terciopelo me afané con receloen descubrir qué quería la funesta ave ancestralal repetir: "Nunca más".
Esto, sentado, pensaba, aunque sin decir palabraal ave que ahora quemaba mi pecho con su mirar;eso y más cosas pensaba, con la cabeza apoyadasobre el cojín purpúreo que el candil hacía brillar.¡Sobre aquel cojín purpúreo que ella gustaba de usar,y ya no usará nunca más!.
Luego el aire se hizo denso, como si ardiera un inciensomecido por serafines de leve andar musical."¡Miserable! -me dije-. ¡Tu Dios estos ángeles dirigehacia ti con el filtro que a Leonor te hará olvidar!¡Bebe, bebe el dulce filtro, y a Leonor olvidarás!".Dijo el cuervo: "Nunca más".
"¡Profeta! -grité -, ser malvado, profeta eres, diablo alado!¿Del Tentador enviado o acaso una tempestadtrajo tu torvo plumaje hasta este yermo paraje,a esta morada espectral? ¡Mas te imploro, dime ya,dime, te imploro, si existe algún bálsamo en Galaad!"Dijo el cuervo: "Nunca más".
"¡Profeta! -grité -, ser malvado, profeta eres, diablo alado!Por el Dios que veneramos, por el manto celestial,dile a este desventurado si en el Edén lejanoa Leonor , ahora entre ángeles, un día podré abrazar".Dijo el cuervo: "¡Nunca más!".
"¡Diablo alado, no hables más!", dije, dando un paso atrás;¡Que la tromba te devuelva a la negrura abisal!¡Ni rastro de tu plumaje en recuerdo de tu ultrajequiero en mi portal! ¡Deja en paz mi soledad!¡Quita el pico de mi pecho y tu sombra del portal!"Dijo el cuervo: "Nunca más".
Y el impávido cuervo osado aún sigue, sigue posado,en el pálido busto de Palas que hay encima del portal;y su mirada aguileña es la de un demonio que sueña,cuya sombra el candil en el suelo proyecta fantasmal;y mi alma, de esa sombra que allí flota fantasmal,no se alzará...¡nunca más!.

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